martes, 22 de febrero de 2011

Despues de...

A mí las bombas me estallan en silencio. Por fuera quedo intacta, pero la onda expansiva revienta todas las ventanas desde dentro. El corazón vuelve a romperse en todos sus pedazos. Camino y voy dejando un triste rastro de cristales por los corredores. Caen de debajo de la camiseta, desde la pernera de los pantalones, de la punta de los dedos. Lágrimas que cristalizan. Qué apuro. Y qué cansino. Otra vez recogedor en mano. Al final junto más trozos de los que tenía, y me sale un corazón hipertrofiado, mucho mayor que el de antes. Y necesito pedir ayuda para las cirugías: que si ahora no entra en el pecho. Que sí, que sí que entra: venga, tú, separa las costillas, que yo lo empujo. Y ahora siéntate encima, mientras yo trato de cerrar la cremallera. Durante el postoperatorio, aprieta el pecho y da un poco de miedo. Pero luego da de sí. Lo mismo que las horas. Al final incluso deja de oler a pegamento. Y se licuan las lágrimas. Y regresa la sangre a la punta de los dedos, a la pernera de los pantalones. Y aparece un hombrecito vestido de naranja que se descuelga de un andamio desde la azotea, por dentro, y limpia una a una todas las ventanas.

1 comentario:

Unknown dijo...

wow... me encanta ;)